Un par de jóvenes que pegaban carteles en el centro de la ciudad de Cáceres convocando a una manifestación en contra de la instalación de la refinerÃa fueron seguidos, abordados y denunciados por las fuerzas de orden público.
Ello/ se traducirá en una sanción económica en base a “La Ordenanza Reguladora de la Convivencia Ciudadana y de la Protección del Entorno Urbano, cuyo artÃculo 11 prohÃbe expresamente «la colocación de rótulos, adhesivos, papeles pegados o cualquier otra forma de publicidad» tanto en el mobiliario como en cualquier otro bien que forma parte del paisaje urbano, incluidos las fachadas de los edificios. Las únicas excepciones son las que autorice el Ayuntamiento “en las condiciones y con los requisitos que se establezcanâ€.
Hasta la fecha no se han establecido. En la misma escena, junto a los carteles del crimen, un sin número de ellos, incluyendo propaganda institucional en cuatricromÃa.
Sus procedimientos deberÃan evitarnos los remordimientos de señalarles, de ser crueles con su incompetencia, de ser indulgentes con la mezquindad de sus vidas. Recuerda su estrategia esas cosas absurdas que ocurren en los perÃodos previos a las guerras. Y las futuras vÃctimas, bien lo sabemos por experiencia, serÃan antes y más quienes cargan con los carteles que los esbirros que trabajan para callarles la boca. Aunque al final perdieran, o ganaran, como ganaron aquÃ. En esta pantomima de régimen, todos los que hacen gárgaras para escupir sobre la tumba de los tiranos ajenos bien podrÃan echar una mano para pararle los pies a los aprendices propios, tengan la coartada que tengan: las ha habido mayores. O puestos a recuperar la memoria, levantarse, mirar hacia la calle y no olvidar en tres segundos, como los peces. A menos que ellos mismos tengan madera para el atropello, en cuyo caso tampoco se verÃan enterrados en las cunetas. Tiempo al tiempo: como esto siga asÃ, volverán los hachazos al lado de casa. Y serÃa una lástima, porque seremos cientos por cada uno de los vuestros.